Entre golpes y cogidas
Lo primero es presentarnos… Mi nombre es Daniel y tengo 26 años, mi esposa
se llama Mariana y tiene 19.
La experiencia que les vamos a contar, fue para nosotros realmente
excitante, algo fuera de lo común, que ni ella ni yo pensábamos jamás llegar
a realizar algo así.
Siempre me consideré una persona normal, al cuál le gusta el sexo como a
cualquier otra persona.
Nos conocimos por casualidad, y en poco tiempo el amor comenzó a nacer, nos
llevábamos muy bien, y en todo estábamos de acuerdo. Teníamos una manera muy
parecida de ver la vida lo que nos llevó a un rápido ascenso hasta chocar
con el amor.
Las cosas comenzaron normales, ella viniendo a mi casa, (yo vivía con mis
padres), yo yendo a la casa de ella, (ella vivía con la madre y el marido de
la madre).
Una noche que ella se había quedado en mi casa, comenzamos a hablar sobre
cual era el sentimiento que teníamos al llegar al orgasmo. Yo dije que era
unas ganas de romper todo, de golpear, de pegar. Ella estuvo de acuerdo
conmigo… Luego de conversar, y por supuesto cachondearnos con el tema, nos
dispusimos a hacer el amor, ella me dio la espalda, yo la abrasé por detrás
tocándole sus tetas, con una mano y con la otra le agarraba la espalda, la
calentura que teníamos era notoria, recosté mi pija a su culo, y con cada
friegue que le hacía mas loco me ponía, fui colocando mi verga entre sus
piernas, y con un poco de ayuda de ella se la metí en la concha que estaba
empapada.
Luego de unos minutos de coger, yo estaba a punto de acabar, mi pregunta fue
directa y clara…: Puedo pegarte?, a lo que ella contestó que Sí.
El ritmo iba subiendo y mi leche estaba a punto de salir, fue en ese momento
que dejé de tocarle las tetas y de agarrar su espalda y pasé con una mano a
tomarla del pelo, y con la otra a darle fuertes golpes en la cara, ella
lejos de quejarse por el dolor, gemía de placer, lo que a mi me
enloquecía…, esa fue la primera vez que la golpeé.
Después del éxtasis, vinieron las preguntas, y la verdad que ninguno de los
dos estaba mal por lo sucedido, sino todo lo contrario, a ambos nos había
encantado.
La segunda vez y las siguientes fueron para mí tal vez mas excitantes,
recuerdo que en otra oportunidad, también en mi casa, (para esa altura
cualquier excusa valía para que ella se quedara a dormir conmigo), el tema
volvió a salir, en verdad no se si volvió a salir o nunca se fue, ya que
estábamos todo el tiempo pensando en lo ocurrido.
Llegó la noche y con la noche el clima fue tornándose cada vez mas caliente.
Yo estaba boca arriba, tirado en la cama, Mariana entre mis piernas
chapándome la pija, cosa que hace muy bien, fue subiendo lentamente hasta mi
pecho, hasta que se sentó encima mío, se metió mi verga y comenzó a
cabalgarme, yo la agarré de los pelos y le comencé a golpear la cara, a lo
que ella contestó, me pegó un golpe que me hizo girar la cabeza hacia un
costado, no podía creer que algo así fuera tan excitante, cogíamos como
animales, sin reglas, sin pudor, sin nada, los golpes se hacían cada vez mas
fuertes, pero en vez de dolor, daban placer. El acabar fue algo divino,
entre golpes de ella y golpes míos. Talvez lo mas difícil era esconder las
caras al otro día y rezar para que los golpes no fueran tan notorios.
Cada vez que cogíamos era así, golpes, arañazos, tiradas de pelo, etc.
Llegamos a pensar que se nos haría imposible volver a hacer el amor de una
manera “normal”, que si algún día nos separáramos se nos haría difícil coger
con “respeto” con nuestras parejas.
Y eso que el día mas extraño todavía estaba por llegar.
Esta vez le tocó a ella ser locataria, yo fui a su casa, en ese momento
estábamos solos.
Fuimos hasta su cuarto y cerramos la puerta, nos sentamos en la cama a
conversar como siempre… de sexo.
Poco hablamos y ya estábamos tirados en la cama, ella de espalda hacia mi, y
yo pegado a su cuerpo. La agarre de los pelos, le metí la pija y comenzamos
a coger. Siempre con brutalidad, con furia, pegando y arañando. Entre muchas
posiciones, y maneras de coger el tiempo fue pasando. Mi espalda se
convertía en un mapa cada vez que yo estaba encima suyo, los arañazos
dibujaban carreteras a lo largo de mi cuerpo.
Cuando el clima estaba en lo mejor… se oyó la puerta de la casa que se
abría, y una voz de hombre que dijo: Llegué!!!
Con rapidez nos vestimos, y sentamos en la cama con total naturalidad como
que nada hubiera pasado. Su padrastro golpeó la puerta del cuarto a lo que
respondimos que ya salíamos. Salimos, lo saludamos, y regresamos al cuarto.
La idea de coger, lógicamente se esfumó, con él ahí, se hacía imposible.
Pero lamentablemente lo único que se fue era la idea, la calentura estaba
intacta.
Nos sentamos en silencio uno frente al otro a los pies de la cama, solo nos
miramos por unos segundos así… sin hablar.
No se porqué razón pero de repente salió de mi, un golpe directo a su cara.
Ella me miró, y lo respondió. El placer era tan inmenso que les puedo
asegurar que de esa forma estábamos cogiendo, vestidos, sin hablar, sin
penetración, sin manoseos, cada golpe que nos dábamos representaba a mi pija
entrando y saliendo de su concha, ella sentía lo mismo. Así estuvimos un
rato, en uno de los golpes que ella me dio me hizo sangrar la nariz, pero
eso no la detuvo, no le importó, solo la excito mas. Lógicamente a mi
tampoco me importó, me pasé la mano sequé la sangre y seguimos golpeándonos.
No fue la única vez que me hizo sangrar la nariz en esa tarde, manche toda
la cama de rojo a raíz de los golpes recibidos.
Los golpes sonaban y no nos dábamos ni cuenta, ni nos acordamos que su
padrastro estaba afuera del cuarto, él comenzó a llamarnos, talvez por
preocupación al escuchar golpes, y de esa manera nos cortó nuestra manera de
coger.
Era casi imposible disimular las caras, rojas, golpeadas, machucadas, pero
bueno, tampoco nos hacíamos problemas, el disimular comparado con el placer
era mínimo.
Así seguimos por un largo tiempo, nos casamos, y las costumbres no
cambiaron, todo lo contrario, aumentaron de nivel, ataduras, mordeduras,
golpes con cintos, maltratos, etc, eran parte de nuestra manera de llevar el
sexo. Me encantaba verla atada sobre la cama sin poder moverse, toda a mi
merced, dispuesta a que yo le hiciera lo que quisiera. Ella sabía que en mi
también podía hacer lo que se le antojara.
Muchas veces ella me tuvo atado a la cama, pegándome, mordiéndome,
arañándome, y hasta introduciendo objetos en el culo.
El tiempo fue pasando, y la locura fue amainando, el sexo es como una flor,
si no lo regás se marchita, y eso es lo que tratamos de hacer.
Luego de dos años cuando los golpes ya no eran lo mismo, tal vez por
costumbre o aburrimiento, las cosas fueron cambiando, siempre en juegos que
disfrutamos los dos.
Hemos jugado con comida, con aceite, hemos cogido en lugares públicos,
siempre alimentando al sexo. Tenemos muchas cosas en mente que queremos
realizar, pero nos son tan fáciles, espero que mas adelante cuando estas
cosas ocurran podamos contarles experiencias “raras” o al menos no tan
comunes.
Tenemos reglas claras, podemos llegar a hacer cualquier cosa, lo único que
tenemos prohibido es que un tercero nos toque, el cuerpo de ella es
solamente mío, y el mío es solamente de ella. “Se mira y no se toca”.
Si tienen algún comentario, si quieren saber mas de nosotros, si les pasó
algo parecido, o simplemente nos quieren dar ideas locas, escríbannos, se
los vamos a agradecer y a contestar.