Visita a Carmen

El viaje hasta Madrid me dejó todo el tiempo necesario para recapitular el motivo de mi viaje, cómo había conocido a Carmen, el tiempo que vivimos juntas siendo estudiantes, el placer lésbico que las dos descubrimos juntas, nuestras cartas, las fotos que nos habíamos enviado, los relatos, las experiencias… Llegué a la conclusión de que había emprendido este viaje para convertirme en la puta de Carmen. Sí, la puta. Esa era la palabra que mejor describía mis intenciones. Yo iba a visitarla para poder darme a ella enteramente, sin pedir nada a cambio, para enseńar lo que sé y hacerle lo que ella quisiera. En pocas palabras: para ser su puta. Había habido un cambio en mi modo de ser. Ahora esa mujer poseía mi cuerpo y hacerla gozar era el único objetivo de mi viaje. Sentía que lo que más me apetecía era lamer su cońo dulce. Amaba a esa mujer. Con pasión. Con desesperación. ĄCómo la deseaba! ĄY cómo deseaba escuchar sus gemidos cuando el orgasmo la hubiese atrapado desde lo más profundo!

Cuando Carmen me invitó a ir a visitarla, yo sabía que debía obedecer. Me dijo que debía llegar a su casa un determinado día a una determinada hora. Y sabía qué quería decir con eso. Llegué al aeropuerto y nadie me esperaba. Era lo acordado. Con tiempo suficiente me planté delante de su casa. Habíamos puesto en hora nuestros relojes con precisión por teléfono la tarde antes, para estar seguras de cada segundo. Sabía que también ella estaría mirando el reloj en ese momento y, probablemente, estaría mojadísima, sabiendo que su puta llegaría a la hora exacta.

Tomé el ascensor. Subí. El corazón me latía con fuerza. Empujé la puerta, que estaba abierta. Esperaba algo así. Cerré la puerta tras de mí. Entré en el salón de la casa y me encontré con Carmen, la fantástica Carmen. Estaba completamente desnuda, tumbada en el sofá, con los pies sobre él y las piernas muy abiertas. Tenía los ojos cerrados, el pelo recogido en dos trenzas y el cońo brillante por la humedad. Sin ni siquiera mirarme, me dijo: «Hazme gozar, Nin». ĄQué zorra! ĄCompletamente abierta, mojada y deseosa de un orgasmo bestial producido por la lengua de una mujer! No perdí ni un momento. Dejé caer mi equipaje al suelo, me arrodillé delante de ella y escondí mi cara en su cońo. Despedía un perfume paradisiaco. una contracción profunda sacudió mi vientre, mientras saboreaba por primera vez el sabor de su excitación. Pasé mi lengua por sus labios vaginales y ella gimió de placer. Estaba cerca del orgasmo, así que me concentré sobre su clítoris hinchado, erecto, tomándolo entre los labios y chupándolo como si fuese un pequeńo pene. Ella gemía, gruńía… y esto me hacía la mujer más feliz de la tierra. Llegó con un orgasmo largo y profundo. Me mojó la cara con sus fluidos, mientras susurraba «Nin, Nin, Nin». Permanecimos durante algunos segundos sin movernos, con mi cabeza entre sus piernas. le dije: «Carmen, soy tan puta como tú y necesito gozar. ya no resisto».

No le sorprendió mi petición. Dijo: «Tu sólo haz lo que yo te diga y podrás gozar cuando yo decida. Ahora date la vuelta». Me giré y vi, detrás de mí, a un chico hermoso, atlético, que supuse que era su novio. Era un hombre atrayente. Estaba de pie, completamente desnudo y con una magnífica erección. Había contemplado la escena anterior desde el principio. Se estaba masajeando el pene con una mano, mientras me miraba con ojos lujuriosos. «Sube al sofá y ponte a cuatro patas», dijo Carmen, «y mi novio te la clavará en el culo». Hice lo que ella me ordenó. Yo temblaba de deseo, de miedo, de ansia. Sabía que yo debía obedecer a Carmen; yo era su puta. Frente a mi cara estaba el sonriente rostro de Carmen. Sentí que su novio me levantaba la falda y me quitaba las bragas. Después sentí una ligera presión en el ojo del culo. Cerré los ojos con algo de miedo; él era también muy joven y yo no sabía si tendría práctica en encular; podía ser doloroso. Sentí que metía su polla en mis entrańas. «Eres una puta fantástica», dijo Carmen. Ella me besó y él bombeaba su sexo dentro de mi ano. Carmen me atrapó la lengua entre sus dientes, llenó mi boca con su saliva. La polla que me perforaba me estaba dando mucho placer. Él eyaculó dentro de mi culo. Dio un grito en el momento del orgasmo. Sentí el calor de su esperma.

El chico se retiró y entonces ella se puso a cuatro patas sobre el sofá. «Ahora lame mi ano mientras te tocas el cońo». Adoro chuparle el culo a las mujeres y nada me apetecía más. Yo tenía las manos sobre el cońo mientras lamía su ano y aceleraba el ritmo de la lengua y de las manos al ritmo de mi excitación. Ella gemía, mientras con una mano se abría las nalgas para hacerme acceder mejor a su ano. Ordenó que parase. «Siéntate en el sofá, Nin, abre las piernas, pon los pies sobre los cojines y mastúrbate delante de nosotros». Yo estaba tan mojada que mis jugos caían por los muslos. Comencé a follarme con un dedo. El novio de Carmen se sentó junto a mí con la polla erecta; Carmen comenzó a mamárselo. La visión me excitó todavía más; me faltaba el aire. Inicié un movimiento con las caderas de arriba a abjo, mientras mis dedos entraban y salían de mi cońo enrojecido. El chico estaba a punto de explotar. Carmen alargó una mano y me metió un dedo en el culo, mientras continuaba chupando esa polla tremenda. La visión de mi culo perforado llevó al novio al placer máximo. Eyaculó en la boca de Carmen. Ella tragaba una parte y otra le caía por la barbilla. Verla me hizo reaccionar: tuve un orgasmo increíble, que me dejó temblando varios minutos, como si me diesen corrientes eléctricas. Yo gemía. El palcer me sacudía de la cabeza a los pies.

Así me dio Carmen la bienvenida a Madrid.