La primera noche con Silvia

Cuando busco chicas en las páginas de contacto, sé que me voy a encontrar con muchas de las que sólo quieren relaciones serias. A veces, me encuentro con putas que no dudan en animarte a pasar un buen rato. Y, otras, doy con chicas que buscan amigos “y lo que surja”. Esas son las que más me gustan, ya que, pase lo que pase, sales ganando. Puede que te quedes con una amiga, o con una follamiga, durante mucho tiempo.

A las que buscan a su príncipe azul, ni me acerco. Por respeto a ellas y a mí mismo; ¿por qué vas a engañar a alguien? Sé que muchos tíos lo hacen, pero ni me parece correcto, ni inteligente: hay muchísimas chicas buscando lo mismo que yo. Y si no te gusta ninguna de las que ofrecen amistad o sexo, busca putas en Barcelona o algo similar, y encontrarás lo que quieres.

La última vez, quedé con Silvia, una tía estupenda, muy simpática y preciosa. Tenía unos profundos ojos negros que me resultaban inquietantemente excitantes. Y vino con un escote al que me resultaba muy difícil no prestarle atención.

Fuimos juntos a cenar y pagamos a medias. Luego, salimos de fiesta a un local de moda al que me llevó, donde la cosa se empezó a calentar: bailamos canciones movidas, pero muy juntos, y allí empezamos a besarnos y a meternos mano por encima de la ropa. Sentía su pecho presionado contra el mío mientras otro tipo de presión comenzaba a tener lugar en mis pantalones.

En una ocasión, un tío le entró e intentó llevársela con él, pero ella misma, sin perder la sonrisa, le dio calabazas: le dijo que no quería nada con él, que estaba muy bien acompañada y que, por favor, se marchara. Él se fue un poco indignado, y nosotros seguimos a lo nuestro.

No tardamos mucho en irnos a una habitación de hotel que habíamos alquilado a medias, muy cerca de allí. No me dio tiempo a desvestirme: Silvia me empujó contra la cama, se subió encima de mí, me bajó la cremallera y comenzó a lamer mi pene intensamente. Comencé a suspirar profundamente de puro placer y, cuando estaba a punto de correrme, abandonó la felación y me miró sonriente, con una mirada muy sexy.

La agarré por los hombros y la puse debajo de mí en la cama. Me desvestí mientras le mordisqueaba el cuello y el hombro, y ella también se quitó la ropa. Luego, por fin, llegué a sus pechos y pude acariciarnos y lamerlos como llevaba toda la noche deseando hacer. Después, la tumbé bocabajo y ella se abrió de piernas, invitándome a penetrarla así lo hice, y ella empezó a gemir, cada vez más fuerte, hasta que eyaculé.

Lo pasamos tan bien esa noche, que volvimos a quedar. Y todavía a día de hoy, casi un año después, sabemos a quién acudir cuando tenemos ganas de pasarlo bien de verdad.

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