Mi amiga Estela

Cuando llegué al barrio tenía 19 años. Conocí a Estela, que rondaba los 40. Congeniamos enseguida…

El año en que me mudé a este barrio yo tenía 19 años y para el Año Nuevo, los vecinos se reunían en la calle compartiendo sidras, Pan dulce y bailando hasta el amanecer. Así conocí a Estela R., soltero que rondaba los 40. Se notaba que había sido una mina espectacular. Estaba un poco descuidada pero todavía era apetecible.

Me sacó a bailar y pronto congeniamos. Nos divertimos toda la noce tomando y bailando. Quedamos en encontrarnos al día siguiente para ir a andar en bicicleta. Así lo hicimos, fuimos al parque y bordeamos el río.

Cuando nos cansamos paramos a tomar unos mates. Ella tendió una lona y allí nos sentamos. Le pregunté si tenía novio y me dijo que hacía mucho que no lo tenía. Me confesó que estuvo a punto de casarse y una semana antes encontró a su novio en la cama con una mujer casada.

Sus ojos se llenaron de lágrimas. Tomé su mejilla y le dije que no llorara, que no valía la pena. Le dije que era una mujer muy hermosa y que seguramente más de uno estaría gustoso de casarse con ella. Alzó la vista y me miró fijamente.

Me preguntó qué le parecía ella, si me gustaba como era. Le dije que sí. Que me agradaba su forma de ser y su cuerpo. Se acercó a mí y comenzó a besarme La tendí sobre la lona y comencé a acariciarla. Ella suspiró, puso su mano en mi bragueta, abrió el cierre, sacó mi verga y comenzó a chuparla. Era la primera vez que una mujer me hacía eso. Sus caricias y su lengua pronto me hicieron acabar.

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Mi leche rebalsó su boca y manchó su cara y sus cabellos leonados. Se bajó su jeans y su roja bombacha, hizo que me recostara boca arriba y se sentó sobre mi cara. Puso su vulva en mi boca y comenzó a amacarse salvajemente.

Mi lengua iba y venía Sus pelos (pues no estaba depilada) quedaban entre mis dientes. Me entusiasmé y la tomé de sus nalgas abriéndole el culo. Se tiró sobre mí y comenzó a mamar mi verga quedando ambos en posición del 69. Tras un buen rato de lenguetazos y restriegos acabamos al unísono. Una vez que nos repusimos y, algo más tranquilos la penetré guiado por su mano experta.Ensayamos varias poses y terminó ofreciéndome su culo el que penetré sin resistirme.

Pasamos una tarde increíble bajo esos árboles y con el solo ruido de la naturaleza de fondo.

Estela y yo desde aquel día nos hicimos inseparables y no pasaba un fin de semana sin que saliéramos a «tomar mate» a la vera del río, donde dabamos rienda suelta a nuestros instintos ensayando nuevas poses ante la mirada escandalizada de los vecinos, que , sin vernos imaginaban por qué una cuarentona y yo podían entenderse tan bien

 

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