No era tan mayor

Mi nombre es Alberto, tengo 42 años y quiero contarles un relato sucedido hace solo seis meses y que ha cambiado mi vida. Estaba pasando una mala racha económica, leyendo el periódico local en busca de esa oportunidad de trabajo inexistente, repare por azar en la sección de contactos en un anuncio que decía algo así como «Abuela, necesito una urgente relación, pago bien, tfno…». En un principio lo pase por alto, tenía necesidad de dinero, pero follar con una anciana no me seducía nada. Luego, pensé: «Que pierdo con llamar, siempre se puede salir corriendo».

Llamé, me atendió una voz cálida que dijo ser la interesada, no me dijo nada por teléfono, requería una entrevista, allí hablaríamos de dinero y de los detalles. Me citó en su domicilio, la casa estaba en el centro de la población, en la zona de los ricos, había pasado por allí muchas veces y me había fijado en el portero del inmueble. «Vivir aquí debe costar lo suyo» había pensado.

El portero tenía encargo de dejarme pasar, el interior del portal era impresionante, me había vestido con mi mejor traje y gracias a eso pase desapercibido. La casa tenía pocos vecinos y los apartamentos eran al parecer duplex. Llame y me abrió una señora de edad indetectable y de una gran belleza, melena rubia bien cuidada, piel morena, no había arrugas a la vista, una blusa semitransparente, seguramente para la ocasión, dejaba ver un sujetador negro y rojo que apretaban unas poderosas tetas, la falda corta asomaba unas piernas de mujer madura que nada tenían que envidiar.

«¿Albero, verdad?, Soy Raquel, la abuela del anuncio, con quien habló por teléfono». «No entiendo», dije. «No parece Ud. muy mayor», sonrió «Tengo 72 años, aunque gracias al gimnasio y al bisturí, aparento muchos menos como Ud. ve y además dada mi posición no puedo andar por ahí buscando pollas que llevarme a la boca». Me dejó clavado. «Mire Alberto, se trata de lo siguiente, solo pido un buen polvo con una peculiaridad, ha de ser en presencia de mi marido, que tiene la edad que yo, pero está peor conservado, además una vez que me folle, doy por sentado que mi marido se excitará y estará en disposición de follarme, si no es así tendría que ayudarme a que pudiera hacérmelo».

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No podía creer lo que estaba oyendo, «pero, que diablos» pensé. «Y el precio» pregunté. «La tarifa, por el primer polvo 600 euros, si mi marido me folla, 600 más». No lo pensé más, la mujer estaba apetecible y por mal que fueran las cosas…»¿Cuando quiere que…?» No me dejo continuar, «¿Le parece bien ahora?». Me llevó de la mano hacia el dormitorio en el piso superior, era más grande que mi casa, al fondo, junto a la cama un hombre mayor leía distraído, nos ignoró, vestía una bata y estaba inmerso en su lectura. Raquel se me acercó y comenzó a desnudarme, asintiendo a medida que descubría mi cuerpo, dejó caer mis pantalones y tiro de mis calzoncillos, «Vale, creo que servirá» dijo mirándome la polla que luchaba por levantarse en medio del pudor que me suponía el evento.

Se abrió la blusa, se soltó el sujetador, tenía dos tetas de impresión, la cicatriz de debajo que luego descubrí me hizo comprender que no eran naturales. Dejo caer la corta falda y dejo al aire un pubis totalmente depilado, no tenia barriga, las tetas no colgaban, no había arrugas, parecía una mujer de cuarenta años. Se acerco, pegó sus tetas a mi cuerpo y directamente me metió la lengua en la boca al tiempo que dirigía su mano a mis testículos y los levantaba como cociéndolos a peso. Se dejo caer en la cama y empujo mi cabeza hacia su inmaculado coño.

Olía divinamente, Metí mi lengua entre sus labios vaginales y subí en busca del clítoris, era muy grande, el más grande que me había comido. Raquel estaba necesitada de hombre, comenzó a gemir casi de inmediato al tiempo que la piel de sus nalgas se volvía de gallina y todo su cuerpo se estremecía. «Alberto, amor, follame, por favor

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No esperé, me desplacé sobre su cuerpo y coloque mi polla en su vagina, nos dimos la vuelta, ella me cabalgaba, saltando sobre mi polla con la ligereza de una niña de veinte años, profiriendo todo un repertorio de obscenidades, al tiempo que se corría, joder con la abuela, la di la vuelta y tras media docena de mete sacas me corrí centro de ella.

Ladeo la cabeza «Antonio, ¿puedes venir?». El anciano se levantó dejó caer la bata y comprobé su pene flácido, No tenia buena pinta, yo me acababa de correr, la tenia dentro y aun la notaba dura, pero mi compañero de aventuras… Antonio subió a la cama, fui a sacarla y Raquel me dijo, «espera, déjala dentro y por favor masajea un poco a Antonio mientras yo se la chupo». ¡Caramba! era eso, «Bueno, Alberto a ganarte el pan». Haciendo equilibrio, comencé a realizar una paja a mi compañero de fatigas mientras su mujer le mamaba la punta. Fue un trabajo duro, a base de moverme, me volví a correr dentro de Raquel, pero con premio, Antonio se empalmó, con mucho cuidado le ayude a meterla en el coño encharcado de su mujer y a base de masajearles los testículos e introducirle un dedo en el ano, siguiendo las instrucciones de su espesa, conseguimos que se corriera.

Me estaba duchando cuando Raquel se coló en la ducha, te has ganado un regalo especial y dicho esto se sentó en un banquillo especial que había al fondo y me dio una entre mamada y cubana que me dejó para el desguace.

 

Cene con ellos, Antonio me pregunto a que me dedicaba, estoy en paro, soy ingeniero, pero ahora no tengo trabajo, se intereso por mi especialidad y me ofreció trabajo en una de sus empresas. No lo pensé, acepte de inmediato, el empleo incluía, lo supe después, el follarme a su mujer una vez a la semana, previa cita, que nos viniera bien a los dos y dejarle participar a él en alguna de ellas. La realidad es que Raquel ha salido una viciosa de espanto y me folla a veces cuatro veces a la semana, me deja seco, pero eso si me ha regalado un apartamento en su mismo edificio y ella no lo sabe aun, me va a regalar un BMW 530i que ya tengo reservado. Y es que no la cobro ya los servicios.

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